Desde que visité con mis hermanas hace unos años Granada es, sin duda, una de mis ciudades favoritas.
Las calles de la zona de la Catedral están llenas de vida, de comercios y con un ambiente muy guay, la Plaza de la Romanilla, la Plaza Bib Rambla y, como no, La Alcaicería, un conglomerado de callecitas llenas de tiendas de artesanía que por un momento te trasladan a un zoco árabe.
Desde esas callecitas accedimos caminando a una de las calles más bonitas de que he visto en mi vida, la Carrera del Darro que sube desde la plaza nueva, paralela al río con una estampa de la Alhambra a la derecha que es alucinante.
Después de perdernos por las calles del barrio del Sacromonte, el barrio de las cuevas de los gitanos, donde hay numerosos bares y tablaos de flamenco, fuimos al barrio de Albaicín; un entresijo de callejuelas de casitas blancas encaladas, que te llevaban al mirador de San Nicolás, el mirador más maravilloso, desde donde puedes observar la grandiosidad y belleza de la Alhambra.
Después del largo paseo, fuimos a tapear por la Plaza Nueva. La verdad es que tenían una gran variedad de tapas y fueron las tapas más grandes que he comido en mi vida, eran tamaño bocadillo y eran bastante económicas. Nos pusieron unas buenas tapas típicas como las habas con jamón, el remojón granadino, el pescaíto frito o la tortilla del Sacramonte.
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